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El cultivo del café constituye una herramienta para transformar vidas y proteger la naturaleza.    El sector cafetalero tiene un gran potencial para el desarrollo sostenible del país, a través de la generación de empleos y la transición a medios de vida sostenibles; generando, además, un impacto positivo para la conservación de bosques y ecosistemas.

Desde el punto de vista social, es una importante fuente monetaria en las zonas rurales.  Miles de familias viven de su cultivo, siendo la mayor parte de los caficultores del país productores de pequeña y muy pequeña escala.   Se generan además un número importante de empleos vinculados a su cosecha, transformación y comercialización del grano.  La mano de obra en la recolección del café en el país es principalmente indígena; siendo este también un cultivo de importancia en las Comarcas, fundamentalmente en  la Comarca Ngäbe-Buglé.

Desde el punto de vista ambiental, las prácticas agroecológicas para el cultivo del café en el país incluyen el manejo de los cafetales bajo sombra, en los cuales las hileras de cafetos están a la sombra de numerosos árboles en las parcelas de cultivo.  Los agrosistemas cafetaleros ayudan a amortiguar los efectos de eventos climáticos extremos, favorecen la conservación de la biodiversidad, protegen el suelo (aumentando su fertilidad y controlando la erosión), ayudan a controlar naturalmente las plagas, y contribuyen a la regulación hídrica y al almacenamiento de carbono.  

Además de los importantes servicios ambientales que brinda, estos agrosistemas generan otros beneficios económicos a las familias, ya que le proporcionan leña, materiales para construcción, frutas y verduras, plantas medicinales y rituales, y permiten otros cultivos que mantienen a las comunidades locales durante todo el año.   

Los cultivos de café bajo sombra se asocian también con mejores perfiles de taza, ya que los granos de café maduran más lentamente.  Esta forma de cultivo brinda gran potencial para incursionar en el mercado de cafés diferenciados como café sostenible, un mercado en alza a nivel mundial.

En la actualidad el cambio climático está poniendo en riesgo la producción de café y los medios de vida de muchos caficultores y sus familias. La alteración en los patrones de precipitación, la elevación de la temperatura, así como eventos climáticos extremos como tormentas y fuertes vientos, afectan directamente los niveles de productividad y la calidad de este cultivo. Se estima que el aumento global de temperatura va a traer consigo una reducción considerable de la superficie apta para cultivar café, que podría llegar hasta un 50% del total para 2050.
De igual forma, las actividades asociadas a la caficultura generan un porcentaje importante de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). A lo largo de los diferentes procesos para la producción de café, se realizan actividades que, de forma directa o indirecta, producen emisiones de GEI a la atmósfera; fundamentalmente dióxido de carbono (CO2), debido a la combustión de combustibles fósiles; metano (CH4), por la oxidación anaeróbica de materia orgánica; y óxido nitroso (N2O), por el uso de fertilizantes nitrogenados.
Las actividades de mayor impacto ambiental en la caficultura son:

  • Cambios de uso de suelo para cultivos: Las variaciones de uso del suelo para cultivos de café alteran las tasas de fijación de CO2 por parte de la biomasa vegetal. La deforestación para establecer nuevos cultivos liberan el carbono que había sido almacenado. Las plantaciones agroforestales y todas las actividades que llevan a la ampliación de una cobertura vegetal permanente, constituyen «sumideros de carbono».
  • Fertilización: La aplicación de fertilizantes nitrogenados genera emisiones directas e indirectas, ocasionadas fundamentalmente por la volatilización de compuestos N2O. Además, tanto en su producción como para su transporte se consume energía (sobre todo de combustibles fósiles), que generan emisiones GEI adicionales.
  • Beneficiado:
    • Para el despulpado mecánico se utiliza un motor anexo a la despulpadora, que funciona usualmente con energía eléctrica o con combustible.
    • Durante el proceso de fermentación, el mucílago descompuesto se disuelve y se elimina por medio del lavado; proceso en el que se consume grandes cantidades de agua. Además, frecuentemente se contaminan los cuerpos de agua por el vertido de las mieles altamente viscosas. En los casos que las aguas mieles son acumuladas en medios anaeróbicos, se libera metano (CH4), considerado como un GEI.
    • Durante el secado pueden utilizarse silos mecánicos, que funcionan con la quema de carbón, madera, cisco u otros combustibles fósiles; generando emisiones por la quema de dichos combustibles.

Para mantener la productividad y los medios de vida, el sector caficultor deberá enfrentar las amenazas climáticas, aplicando medidas coordinadas de adaptación y de mitigación. Esto puede lograrse a través de la utilización de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA).
Las BPA se definen como las medidas orientadas a la sostenibilidad ambiental, económica y social para los procesos productivos de la explotación agrícola, que garantizan la calidad e inocuidad de los alimentos y de los productos no alimenticios. Su utilización le permite a los productores mejorar el proceso de producción para reducir las condiciones de vulnerabilidad ante el cambio climático.
Mediante las BPA se pueden, además; minimizar el impacto negativo de la caficultura en el medio ambiente; promoviendo la protección de la biodiversidad y la fertilidad de los suelos; reduciendo la contaminación mediante el uso eficiente de productos químicos y fertilizantes; optimizando el uso del agua y protegiendo las fuentes hídricas; y haciendo un manejo adecuado de los desechos orgánicos.
La implementación de BPA en la caficultura permitirá un desarrollo bajo en emisiones, una mayor resiliencia a la variabilidad climática, y el cumplimiento de los requisitos ambientales para poder incursionar en nuevos mercados. La adaptación y mitigación del cambio climático en la caficultura ayudará a los productores a ahorrar costes, aumentar la productividad y la competitividad en mercados bajos en carbono.
El cultivo de café bajo sistemas agroforestales constituye una estrategia de adaptación y mitigación para zonas de alta vulnerabilidad ante eventos meteorológicos extremos. Estos sistemas contribuyen a la conservación de suelos y de los recursos hídricos, forman un microclima que atenúa eventos climáticos extremos, y disminuyen la incidencia de enfermedades y plagas. Por otra parte, permiten también mitigar el cambio climático mediante el secuestro de dióxido de carbono, evitando el daño a la capa de ozono producido por los GEI.

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